CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO

EL FELPUDO

A Guapalupe, una doncella muy guapa

Que más tarde, al morir

En la Residencia de Mayores

De Villaviciosa de Odón, Madrid

Las mujeres más devotas y beatas

Así como las trabajadoras sociales

Harían virgen y santa

Aunque a Roma nunca fuera

Llamándola por siempre “Santa Pe”.

Desde niña los curas la rondaban

Sobre todo, y todas las cosas

Cuando hizo la Comunión

Eso de tomar la Eucaristía

O cuando iba a confesar

Casi todos los días

Por imposición de la Iglesia fascista.

Ya, en el coro de la Iglesia

De San Miguel Arcángel

El padre Miguel de Vergas

Director del coro de niños y niñas

Le pasaba, a ella, como a las demás niñas

El Diapasón por el Chichi

Buscando una afinación de sus notas

Ordenando sus sonidos sonoros”

Como él mismo les decía.

A los niños, esta horquilla metálica

Se la pasaba por el ano

Sin introducirla

Dando lugar a una frecuencia vibratoria

En el Órgano genitourinario del cura

Surgiendo de su boca

Un Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si

Que, para ellos, era

Sonido de Rebuzno de Asno.

Él, con toda su cara dura

Y su órgano erecto, les decía:

-Este Rebuzno musical os dará alas.

Guapalupe, al cumplir los quince años

Cuando al padre Miguel de Vergas

Le dijo, en la Sacristía:

-Padre, ya me he hecho mayor.

Voy a empezar a trabajar

En una casa de modas en a Gran Víal

Por lo que dejaré de venir

A cantar y rezar a la Iglesia.

Él, manoseando el Diapasón

Con mucho brío le contestó:

-Alma amada, tú te lo pierdes

Porque aquí, en nuestra casa parroquial

Yo sería tu caballo

Y tú, mi briosa potrilla.

Nuestro relinchar

Harían sonar hasta las campanas de Roma.

Guapalupe siguió fiel a la doctrina

Pero no a sus curas o frailes

Pues algo parecido le sucedió con un fraile capuchino

De la Basílica de Jesús de Medinaceli

Conocida como la de Jesús “el Rico”

Pues a ella vienen los Reyes y gente importante

En la Plaza de Jesús, en el barrio de Las Letras

Y con un monje jerónimo de clausura

De la Iglesia de San Jerónimo el Real

En la Calle de Moreto

Ligada a la  monarquía y las gentes importantes

Del nacional catolicismo

Quienes, en confesión

La propusieron llevarla

A la Séptima Morada de Santa Teresa

Montada a las ancas de sus caballos.

Ya, de mayor, con un  asco profundo

A los hombres “con ese palo tieso”

Como ella misma decía

Como el del barrendero

El fontanero o el sereno que la pretendieron

Y se le enseñaron

En el patio de butacas de los cinemas

España, Vistalegre y Salaverry

Acudía, alegre, a los grupos de hombres y mujeres

Orantes ante las clínicas abortivas

Ante las sedes de partidos políticos

O de Adoración Nocturna

Para que rezaran por ella

Suplicándole a Dios, a Jesús y la Virgen

Que ningún Burro hozara su “Felpudo”

Como ella nombraba a la Vagina

Como así sucedió, en santo milagro

Pues, en vida,  nadie la deshonró

Y, en su muerte, en la Residencia de Mayores

A todos los que estaban presentes

En su lecho de muerta

Les sacó la lengua

Tirándose unos cuantos pedos

Haciéndole exclamar a una trabajadora social:

-¡Madre mía ¡

Pues es verdad que los muertos

También se tiran pedos.

-¡Pedos santos¡ corroboró

El médico que estaba de turno.

Eso sí

Como el cura de la Residencia

Estaba ausente

No se la rezó ni un Ave María.

Una de sus mejores amigas, Virginia

Pidiendo un minuto de silencio, dijo:

-Ha muerto en olor de santidad.

Santa Pe, ruega por nosotros.



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